La planificación en el ministerio cristiano


 

Por Abdiel Morfa

  

Quiero comenzar compartiéndoles el concepto de planificación que nos da el autor Michael Anthony:

Planificación es el proceso que empieza con un cuadro mental de donde se quiere estar en algún punto futuro (meta). Luego determina un curso de acción (estrategia) en pasos medibles (objetivos) siguiendo los letreros correctos del camino (políticas y procedimientos) para poder llegar a la meta usando los recursos disponibles (personal, presupuestos, medios, etc.).[1]

 

Este concepto reafirma la importancia de la planificación para ser efectivos en nuestro ministerio, proyectos y trabajos en general. Una conocida frase expresa una gran verdad “no planificar es planificar el fracaso”. Por tal razón, permítanme compartirles seis pasos que no deberían faltar en un proceso de planificación en el ámbito del ministerio cristiano: 

 

1.     Ore buscando la sabiduría y la voluntad de Dios

Este paso es precisamente la gran diferencia entre la administración en el contexto secular y la administración en el contexto cristiano. Nosotros estamos totalmente conscientes que el dueño de la obra que estamos realizando y administrando es Dios, y nosotros somos sus hijos e instrumentos en sus manos. Por lo tanto, es imprescindible antes de planificar hacia el futuro buscar su voluntad y pedir su sabiduría para todo lo que vamos a hacer.

 

2.     Aclare la misión y la visión de la iglesia u organización

 

a.      Definición de Misión

La misión responde a la pregunta clave siguiente: ¿Cuál es la razón de ser o propósito esencial de nuestro ministerio? La misión habla de manera especial sobre lo que hacemos, cómo lo hacemos, para quién lo hacemos y por qué lo hacemos.

 

b.      Establecimiento de una Visión

La misión define a que nos dedicamos y la visión se enfoca en el alcance hacia el futuro. En otras palabras, es tratar de percibir como se verá el futuro dentro varios años si el Señor nos permite cumplir ininterrumpidamente la misión. En tal sentido, es importante aclarar que existe una diferencia entre la visión y un sueño, pues este último mira hacia el futuro, pero no tiene una idea clara de cómo y cuándo ha de hacerse realidad, mientras que la visión se traza para un período de tiempo definido hacia el futuro y se define de tal manera que debe ser medible para saber que se ha alcanzado.  

En el libro “Un líder como Jesús” de Ken Blanchard y Philp Hodges se nos dice: “La visión es una mirada continua, progresiva y esperanzadora que conmueve los corazones y las mentes de las personas que saben que nunca verán el final y sus límites”. Tal visión provee la dirección y la energía para mover a la organización hacia tal dirección.

 

3.     Fije su meta y objetivos

 

a.      Meta

“El resultado final que queremos alcanzar en un período de tiempo, el cual se expresa generalmente en lenguaje cuantitativo”.

 

b.      Objetivos

 “Los resultados intermedios que queremos ir alcanzando antes de llegar a la meta, los cuales se expresan en lenguaje cualitativo”.

 

4.     Decida los programas, actividades, acciones, tareas y procedimientos lógicos a través del cual se han de lograr sus objetivos

Es importante destacar que los programas no deben ser un fin en sí mismos, sino un medio para alcanzar las metas, los objetivos, la misión y la visión previamente establecidos. Si los programas no son orientados por algo más allá de ellos mismos se convertirán en una pérdida de tiempo y de recursos, y no tendrán los resultados que deberían tener.

Por otra parte, se corre el peligro de caer en tres síndromes que debemos evitar: (1) Espiral: competir con nosotros mismos por tener mejores programas cada vez hasta que esto se haga insostenible. (2) Paralizar: tener demasiadas actividades grandes o de gran intensidad. (3) Quemar: tener demasiados programas y/o actividades.

 

5.     Vierta el producto de los pasos anteriores en un esquema de tiempo o calendario

Si no le asignamos fecha a cada programa y/o actividad, de comienzo y de terminación, lo más probable es que nunca se van a realizar y no pasarán de ser un hermoso sueño. Para este proceso tenga en cuenta las siguientes subdivisiones:

 

a.       Macro-planificación

Ubicar todas las actividades para un período de tiempo (un año por ejemplo) en el calendario. Solamente se pone el nombre del programa y alguna otra frase que clarifique de que se trata, pero no se pone cómo se realizará, quienes ayudarán, cuánto costará, etc.

 

b.      Micro-planificación

Es la planificación de una actividad específica, la cual incluye todos los detalles de cómo se realizará, materiales que se usarán, personas que participarán, cuánto costará, etc.

Ambas son necesarias para mantener un equilibrio en la efectividad de nuestros programas.

 

6.     Defina el costo y elabore un presupuesto

El presupuesto siempre debe ser realista para que cumpla su verdadero propósito, debe ser específico al subdividirse en los capítulos en que deben dividirse y deben ser sumamente claros para evitar toda clase de cuestionamiento que no es saludable para los líderes que guían un ministerio u organización.  

 

Tenga en cuenta estos seis pasos a la hora de planificar para ser más efectivo en alcanzar la misión que le corresponde a su ministerio. Dios le bendiga y continúe usando para Su gloria.

 

  

 

 

 

 

 



[1] Anthony, Michael J. y James Estep, Jr. Administración básica para iglesias y ministerios cristianos (El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano, 2018), 13-14

 

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