5 marcas de un Ministerio Juvenil Auténtico




 

Por Abdiel Morfa. 


Aunque es cierto que algunos líderes no han tenido un enfoque correcto, y han sido superficiales en su trabajo con los jóvenes, también es una realidad que suman varios miles de cristianos que agradecen y testifican a favor de los líderes de jóvenes que han influido sus vidas con la Palabra de Dios, sus buenos consejos y su buen ejemplo de vida cristiana. Estos siervos bien enfocados han desarrollado un ministerio juvenil auténtico que generalmente muestran las siguientes marcas distintivas:


Un ministerio juvenil auténtico debería edificarse sobre el concepto de servicio que enseña la Palabra de Dios

Cristo con su ejemplo y enseñanzas transformó el concepto de servicio del Antiguo Testamento donde siempre era el menor quién debía servir al mayor, pues “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo…y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil.2:6-8). Él definió claramente que “no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt.20:28; Mr.10:45). Cuando lavó los pies de sus discípulos dijo: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Jn.1314:15). Es decir, que el mayor comenzó a servir al menor.

Un ministerio juvenil, construido sobre el concepto bíblico de servicio, se trata de los pastores y líderes juveniles sirviendo por amor a los adolescentes. Es decir, que aquellos que dirigen en la iglesia, y específicamente en el ministerio para jóvenes, deben recordar constantemente las palabras de Cristo: “sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grande ejercen sobre ella potestad. Mas entre vosotros no será así, sino el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mt.20:25-27).

Esto no significa que los adolescentes y jóvenes solamente van a ser servidos y no van a servir, eso sería contradictorio con el ejemplo y las enseñanzas de Jesús. Ellos van a servir como parte importante del desarrollo de su vida cristiana,  pero siempre de manera voluntaria, movidos por el amor de Cristo en sus corazones, y la gratitud hacia el Padre Celestial por su salvación eterna, pero nunca debe verse como una imposición de los adultos sobre ellos. En todo caso, como el cumplimiento de un mandamiento para todos los cristianos: “Servíos por amor los unos a los otros” (Gá.5:13)


Un ministerio juvenil auténtico debería edificarse sobre el modelo ministerial de Jesucristo

El libro “Raíces: Pastoral Juvenil en Profundidad” expresa lo siguiente:

 

“Jesús es nuestro modelo para la pastoral juvenil. Creemos que el trabajo pastoral que él llevó con sus 12 discípulos constituye la fuente de la que debemos beber. Es en su trabajo formando aquel pequeño grupo de hombres donde encontramos los principios universales aplicables a nuestro ministerio de pastoral con la juventud”[1]

 

En tal sentido,  podemos recordar el texto de Mateo 9:35 que resume las principales acciones de Cristo en su ministerio público: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo”. “Recorría Jesús”, difícilmente podremos desarrollar un ministerio juvenil efectivo, si pasamos la mayor parte de nuestro tiempo en la oficina, y nos conformamos en ver a nuestros adolescentes y jóvenes en nuestros edificios los fines de semana. “Todas las ciudades y aldeas”, este esfuerzo extraordinario de Jesús nos recuerda que el ministerio juvenil no es para los que quieran una posición cómoda o lucir como superestrellas en la iglesia, sino para aquellos siervos que se entregan en alma y cuerpo, quienes con sudor y lágrimas irán en busca de tantos muchachos perdidos sin Cristo.

Ahora bien, en el recorrido continuo de Jesús por todas partes, iba haciendo tres cosas de vital importancia para el ministerio cristiano. En primer lugar, “predicaba el evangelio del reino”. Cristo proclamaba la verdad de Dios con toda seguridad y poder del Espíritu, a un mundo que se encontraba en total oscuridad e incertidumbre espiritual. Los adolescentes en la actualidad se encuentran en un contexto aún más difícil que aquella época. Ellos escuchan cientos de voces que tratan de alejarle completamente del único camino al Dios verdadero. Por esa razón, los líderes que trabajan con ellos tienen el gran desafío de proclamarles el evangelio del reino en el poder del Espíritu Santo. Solamente el Espíritu de Dios puede convencerles de justicia, de pecado y de juicio, para que abandonen todo camino torcido y se entreguen enteramente a Cristo.

Por otra parte, “enseñaba en las sinagogas[2] de ellos”. Si queremos desarrollar ministerios juveniles efectivos, sólidos, con resultados eternos, es imprescindible seguir hoy el ejemplo del Maestro de los maestros, siendo fieles en enseñar las grandes verdades de la Palabra de Dios, sin adulterar, diluir o acomodar e l contenido a los gustos y capricho de los oyentes. Si queremos ver la vida de nuestros jóvenes transformadas en Cristo, tenemos que predicar la verdad tal y como es aunque no sea popular en nuestros días.

Lo tercero que Jesús hacía en su ministerio público era “sanar toda enfermedad y dolencia en el pueblo”. Es decir, que no se limitó a exponer y modelar las grandes verdades de Dios, sino que también tradujo el mensaje del amor divino  en buenas obras o acciones. Una parte importante del ministerio de Jesús fue ocuparse en las necesidades de las personas a las que ministraba. El ministerio juvenil, desarrollado con efectividad, no puede desligarse de las muchísimas necesidades económicas, físicas, emocionales y espirituales de los adolescentes.


Un ministerio juvenil auténtico debería edificarse sobre el fundamento de las enseñanzas bíblicas

Para ministrar a la juventud apropiadamente, es imprescindible llevarles constantemente a las grandes verdades de la Palabra de Dios. Algunas de las principales razones son:



La juventud necesita dirección sabia para cada paso que deben dar en medio de un mundo de tanta confusión y pecado

En el mundo actual se están tomando muchas decisiones, y enfrentando los problemas, basados en los criterios que impone la cultura, las tradiciones, los razonamientos humanos o simplemente lo que dicte las emociones, sentimientos y antojos. No hay que realizar una gran investigación, para darse cuenta que esos “fundamentos,” son muy débiles y peligrosos para basar la vida de una persona. Especialmente la juventud necesita una dirección certera en tiempos tan peligrosos. Dicha guía se encuentra en el fundamento seguro de la Palabra de Dios, la verdad absoluta para todos los tiempos y lugares.


La juventud necesita crecer hacia la madurez espiritual constantemente 

En el Nuevo Testamento se presenta la vida cristiana como una vida de constante crecimiento (2P.1:3-8; Ef.4:11-16; Fil.3:12-14; 2Co.3:18; 1Jn.4:11-20). Cuando hacemos un estudio de estos pasajes en su contexto, descubriremos que la Palabra de Dios es el recurso más importante para avanzar en dicho crecimiento espiritual. 


La juventud necesita ser transformada a la imagen de Cristo

El gran predicador D. L. Moody decía: “La Biblia no fue dada para aumentar nuestro conocimiento, sino para cambiar nuestra vida”.[3] Rick Warren, en su conocido libro “Una Vida con Propósito” nos expresa:

 

“La Biblia es mucho más que una guía doctrinal. ¡Genera vida, crea fe, produce cambios, asusta al diablo, produce milagros, sana heridas, edifica el carácter, transforma las circunstancia, imparte alegría, supera la adversidad, derrota la tentación, infunde esperanza, libera poder, limpia nuestra mente, hace que las cosas existan y garantiza nuestro futuro para siempre! ¡Aleluya! ¡No podemos vivir sin la Palabra de Dios!”[4]

 

Parafraseando a Warren, yo diría: “No podemos ministrar a la juventud de manera efectiva, si no construirnos nuestro ministerio juvenil sobre el fundamento sólido y seguro de la Palabra de Dios”. 



Un ministerio juvenil auténtico debería edificarse sobre relaciones significativas de largo plazo

Cristo llamó a sus discípulos para que “estuviesen con él (relaciones) y para enviarles a predicar (misión)” (Mr.3:13-14). Doug Fields, en su libro “Tus primeros dos años en el Ministerio Juvenil”, nos comenta:

 

“Jesús fue el maestro del ministerio relacional. Con quienes se relacionó: la mujer con hemorragias, el paralítico que bajaron por el techo, Zaqueo subido en el árbol, Jesús detuvo sus tareas y le dio preferencia a las personas. Esa es la esencia de tu ministerio relacional: darle prioridad a las personas”[5]

 

 De la misma manera en que Dios a lo largo de la historia, y Jesucristo durante su ministerio público, tomaron la iniciativa de establecer una relación personal, íntima y profunda con el hombre, para tener un ministerio juvenil efectivo, logrando un impacto profundo y duradero en la vida de nuestros jóvenes, es necesario ser intencionales en cultivar relaciones significativas con ellos. No se trata de relacionarnos para que nos ayuden a desarrollar buenos programas; se trata de desarrollar programas que nos ayuden a establecer y fortalecer buenas relaciones con nuestros jóvenes.

 

Por otra parte, no es un secreto para nadie que nuestro mundo está saturado de relaciones quebrantadas, de marcado egoísmo e individualismo, familias destruidas y muchísimas heridas en la vida de los adolescentes. Por lo tanto, para poderles ministrar es imprescindible crear un clima donde reine el amor, la comprensión y la aceptación que no encuentran en ningún otro lugar. Esto sería imposible de lograr si estamos distanciados de nuestros adolescentes, subidos en un pedestal inalcanzable e inaccesible. Para establecer relaciones sinceras, transparentes y profundas, como dice el autor Junior Zapata: “nos tenemos que bajar del trono, y siendo líderes, no debemos estimar eso como cosa a que aferrarnos. Despojémonos de nosotros mismos y tomemos forma de siervo. Hagámonos semejantes a los jóvenes para amarlos y entenderlos”[6]



Un ministerio juvenil auténtico debería edificarse sobre la labor pastoral

No cabe duda, que la esencia de la labor pastoral con los jóvenes radica en guiarles y acompañarles en el proceso de crecimiento hacia la madurez espiritual. Por esa razón, los ministerios juveniles que están bien enfocados en este sentido, expresan en su declaración de misión y/o metas principales este tópico. Por citar un ejemplo, observen lo que expresa la meta principal del Ministerio Juvenil Internacional: “Desarrollar una estrategia a través de la cual cada adolescente/joven oirá el evangelio de una manera culturalmente relevante y tendrá la oportunidad de madurar espiritualmente(énfasis mío).[7]

El verdadero ministerio juvenil debe desarrollarse con toda la seriedad que lleva implícito un trabajo pastoral. Esta verdad se refleja en el siguiente fragmento de una circular de Especialidades Juveniles escrita por Lucas Leys, para solicitar oración por la Convención Internacional de Liderazgo Juvenil, que se celebró en Orlando, Florida en noviembre de 2011:

 

“Pastorear jóvenes no es una tarea simple ni se reduce a dirigir una reunión. Discipular a nuestros hijos, guiarlos a toda verdad y acompañarlos durante las crisis y tentaciones propias de la juventud es una tarea súper importante y por eso la iglesia toda necesita líderes preparados…”


Que Dios nos ayude a implementar un ministerio juvenil auténtico que posea estas 5 marcas para acompañar a nuestros jóvenes en el difícil trayecto hacia la madurez espiritual y glorificar al Señor en todo lo que hacemos.



Nos gustaría que nos dejara un comentario para continuar mejorando juntos la efectividad ministerial.



[1]Felix Ortiz, Annette Gulick, Gerardo Muniello, Raíces: Pastoral Juvenil a Profundidad (Miami, Florida: Editorial Vida, 2008): 9

[2] Término que se aplicaba tanto al lugar donde se reunían los judíos para leer y estudiar las Escrituras, como a la asamblea misma de los allí reunidos. En ellas no se ofrecía sacrificios como en el templo, sino que su actividad principal era la lectura, estudio del Antiguo Testamento y la oración. Los niños pequeños aprendían la Palabra en sus hogares pero al llegar a la adolescencia debían incorporarse a las mismas. Es decir, que las sinagogas no sólo trabajaban con los adultos sino también con la juventud. Wilson M. Nelson, “Sinagoga”, Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia (EE.UU: Editorial Caribe, 1998), 1084.

[3] Rick Warren, Una Vida con Propósito (Miami, Florida: Editorial Vida, 2003), 208.

[4]Ibid., 201.

[5]Doug Fields, Tus Primeros Dos Años en el Ministerio Juvenil (Miami, Florida: Editorial Vida, 2005): 103.

[6] Junior Zapata,La Generación Emergente (Miami, Florida: Editorial Vida, 2007), 172.

[7] Leza Báez, y Román Alfonso, Introducción al Ministerio Juvenil (La Habana, Cuba: Departamento de Publicaciones del STBH. Curso a Distancia), 37.

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