En el contexto
general existen diferentes modelos de liderazgo como el autocrático, donde el líder tiene el control total sobre aquellos
que dirige. Cree ser el único que piensa en la organización y todos los demás
están para cumplir órdenes. Reclama una fidelidad y dependencia absoluta a su
persona y le caracteriza el frecuente abuso de poder. También se destaca el
modelo de custodia. En este caso el líder
no busca la fidelidad absoluta a él pero si a la organización, razón por la
cual brinda ayuda esperando un agradecimiento que conlleva a la aceptación de
todo sin cuestionar nada. Esto se manifiesta recordando frecuentemente a los
integrantes cuanto le deben a la organización.
A diferencia de
esto, Jesucristo enseñó a sus discípulos que tales conductas mundanales no
tienen lugar en el reino de Dios. En el relato de Marcos 10:35-45 encontramos a los discípulos discutiendo entre sí
quién sería el mayor. Jesús les recordó que aunque estas actitudes abundan
hasta en los gobernantes de las naciones, “no
será así entre vosotros”. Por tal razón, podemos afirmar que: El modelo de liderazgo bíblico para la iglesia
de Cristo es el de siervo. Veamos entonces
cuatro características de un líder siervo:
Presidir dependiendo del Señor en lugar de sí mismo
Aunque parezca increíble hay líderes en el ámbito
cristiano que están dependiendo de ellos mismos (de sus fuerzas, capacidades,
habilidades, inteligencia y recursos), en lugar de depender del Señor de la
mies. Necesitamos recordar las palabras del Maestro “pero no será así entre
vosotros”. La realidad es que todos los
grandes líderes del pueblo de Dios en todos los tiempos han tenido una
característica en común: “La dependencia de Dios en todo y no de ellos mismos”.
El autor Oswald Sanders nos dice:
“El liderazgo
espiritual trasciende el poder de la personalidad y todos los otros dones
naturales. La personalidad del líder espiritual es irradiada, penetrada y
facultada por el Espíritu Santo… Los objetivos espirituales sólo los logran las
personas espirituales que usan métodos espirituales. ¡Cómo cambiarían nuestras
iglesias y agencias misioneras si los líderes fueses llenos del Espíritu!
Independientemente del talento y del encanto personal, la mente y el corazón
seculares no tienen lugar en el liderazgo de la Iglesia”.
Por otra parte, los líderes siervos además de su sumisión
al Señor, se esfuerzan por guiar a los que están bajo su cuidado a depender
también del Padre Celestial.
Presidir con humildad de corazón en lugar de ser
prepotente
La actitud más común de los líderes en el contexto
secular es la prepotencia al hablan, conducirse y dirigir a otros. Rara vez el
líder arrogante reconoce el esfuerzo, las virtudes y los logros de los demás, pues
más bien se los atribuye a sí mismo o los critica. Contrario a esto, Jesucristo
expresó: “aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón” (Mt.11:29),
lo cual demostró en su vida todo el tiempo hasta el final.
La realidad es que
presidir con prepotencia en lugar de humildad trae funestas consecuencias. Podemos
recordar la historia narrada en 1 Reyes
12 cuando Roboam al comienzo de su reinado desechó el consejo de los ancianos:
“Si tú fueses hoy siervo de este pueblo y
lo sirvieres, y respondiéndoles buenas palabras les hablares, ellos te servirán
para siempre”. En lugar de esto, siguió el consejo de los jóvenes que se
habían criado con él: “El menor dedo mío
es más grueso que los lomos de mi padre…mi padre os cargó de pesado yugo, mas
yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, mas yo os castigaré
con escorpiones”. Por supuesto, las consecuencias se evidenciaron en la
división del reino y todas las tragedias que siguieron a esta nación fragmentada.
Sin dudas, es con humildad y no con prepotencia.
Presidir por medio del ejemplo en lugar de usar
actitudes dictatoriales
1 Pedro 5:1-7 nos recuerda
que no podemos liderar por medio de la fuerza, ni por motivos mezquinos.
Específicamente el versículo tres nos recuerda que los líderes siervos no
pueden ser dictadores, ni usurpar el lugar que solamente pertenece a Jesucristo
como dueño y Señor de las vidas de sus hijos. En otras palabras, no podemos imponer
a la fuerza nuestra voluntad, sino debemos guiar a los creyentes por medio del
ejemplo como nuestro Señor Jesucristo hizo con sus discípulos. Podemos recordar
la ocasión en que lavó los pies a sus discípulos y después les dijo: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he
lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los
otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros
también hagáis” (Jn.13:14-15).
Presidir sirviendo amorosamente en lugar de reclamar
ser servido
Jesucristo dijo: “El
que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de
vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre
no vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por
muchos” (Mr.10:43-45). En cierta ocasión escuche con tristeza
a alguien definir a un líder como “el que no vino para servir sino para
ser servido”.
Ahora bien, cualquiera pudiera interpretar que no
podemos servir a los líderes cristianos, pues ellos están para servir. La
realidad es que si podemos servirles, pues más allá de líderes y liderados, somos
hermanos en Cristo y tenemos el sagrado deber de servirnos por amor los unos a
los otros. Los líderes del pueblo de Dios son nuestro prójimo a quienes debemos
amar como a nosotros mismos. Ellos también tienen familias, necesidades y
diversas dificultades que requieren el apoyo amoroso de los demás. Por
supuesto, este servicio debe realizarse en su justo lugar y medida, de la misma
forma que servimos a los desvalidos.
En resumen, El
modelo de liderazgo bíblico para la iglesia de Cristo es el de siervo.
Nos gustaría que nos dejara un comentario para continuar mejorando juntos la efectividad ministerial.
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