La Biblia como guía suprema para un ministerio efectivo


Por Abdiel Morfa

 

Nehemías 8

 

Uno de los aspectos más relevantes durante el proceso de reconstrucción, fue el valor y uso que los líderes principales dieron a la Palabra de Dios como la guía suprema. Especialmente, se destacaron en este sentido Nehemías y Esdras el sacerdote.


Una de las responsabilidades más altas que tienen los líderes espirituales es guiar al pueblo por medio de las enseñanzas eternas de la maravillosa Palabra de Dios (para conocer algunas razones al respecto ver: La maravillosa Palabra de Dios). Por esa razón, el apóstol Pablo aconsejaba al joven ministro Timoteo respecto a hacer un buen uso de las Escrituras (2Ti.2:15; 4:1-5).


Esdras el sacerdote era un hombre que amaba profundamente la Ley de Dios y hacía un buen uso de ella (Esd.7:10). La realidad es que pasajes como estos, nos reafirman la importancia que los líderes espirituales deben conceder a las enseñanzas bíblicas en sus ministerios.


Ahora bien, el capítulo ocho de Nehemías nos muestra que valorar la Santa Palabra no es responsabilidad exclusiva de los líderes principales, sino de todo el pueblo de Dios. Por todo esto afirmamos el siguiente principio: Es imprescindible tener la Palabra de Dios como la guía suprema para un ministerio efectivo. ¿Cómo podemos tener las Escrituras como la guía suprema para un ministerio efectivo? A través de este capítulo podemos conocer seis acciones que asumió el pueblo para reconocer la Palabra de Dios como la guía suprema: 

 


1.     Buscar la Palabra de Dios (v.1-2)

 

El pueblo de Israel sufrió muchos años el cautiverio lejos de su tierra, de su cultura, escuchando las enseñanzas paganas de otras religiones y viendo las prácticas inmorales de las mismas. Ahora teniendo la oportunidad de estar nuevamente en su tierra, y aprovechando la ocasión de las fiestas de las trompetas, toman la iniciativa de reunirse “como un solo hombre”, para buscar voluntariamente la Ley de Dios.

 

Los cristianos evangélicos hemos sido históricamente
defensores de la centralidad de la Palabra de Dios en nuestras vidas e iglesias. En este sentido estoy recordando en mi niñez, y en la adolescencia, a los pastores enseñando que todos los creyentes en Cristo somos responsables de buscar a Dios por medio de la lectura y estudio individual de la Biblia, y que teníamos el deber de prepararnos en oración durante la semana para escuchar la voz de Dios cada domingo a través de la exposición de su Palabra. En tal sentido, cabe la pregunta ¿Estás buscando a Dios cada día por medio de su Palabra? Y por otra parte, cuándo vienes cada domingo al culto en la iglesia ¿Vienes preparado y buscando la voz de Dios? O ¿Vienes solamente a pasar un buen rato con tus hermanos?

 


2.     Escuchar la Palabra de Dios (v.3)

 

El pueblo no sólo tomó la iniciativa de buscar la Palabra pidiéndole a Esdras que la leyera en presencia de ellos, sino que la escucharon con toda atención. Me gustaría preguntar ¿Estamos escuchando la Palabra de Dios con toda atención? Es posible que respondas automáticamente: “Por supuesto que sí”. Tal vez estés pensando: “Yo voy cada domingo a la iglesia y escucho al predicador de principio a fin”. La realidad es que esto no se trata de escuchar el sermón del predicador, sino la voz de Dios hablando a mi vida, que puede ser por medio de un predicador. Es decir, que no se trata de escuchar una hermosa y atractiva retórica de un hombre, sino de que me está diciendo el Señor.


Cuando nos disponemos a escuchar atentamente la voz de Dios al acercarnos a su Palabra individualmente, o escucharla por mediación de un expositor de las misma, seguramente no regresará vacía sino producirá preciosos frutos en nuestra vida. O sea, ocurre en nuestra vida lo que expresa Hebreos 4:12: “Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”.

 


3.     Entender la Palabra de Dios (v.6-8)


La expresión “ponían el sentido” en el hebreo original significa: “separar una cosa de otra para hacer que fluya de una manera significativa”. Es decir, no sólo escucharon la Palabra, sino que la estudiaban minuciosamente con la ayuda de varios levitas versados en las Escrituras. Es necesario entender que la generación que integraba este pueblo, después de años en el cautiverio, no era exactamente la misma que fue llevada a tierras lejanas; por lo tanto, poseían una mentalidad e influencia de los caldeos más que de sus propias raíces hebreas. Por esto, necesitaban estudiar profundamente las Escrituras para conocer más a Jehová y poder agradarle en todo.


Los cristianos evangélicos no podemos perder nuestro énfasis histórico de estudiar la Biblia detenidamente para escuchar con claridad a nuestro Señor.

 

4.     Humillarse ante la Palabra de Dios (v.6,9)

 

La reacción del pueblo cuando escuchó y entendió la Palabra de Dios fue humillarse de todo corazón ante el Señor. En su libro “Pásame otro Ladrillo” el autor Charles R. Swindoll, plantea:

 

“¿Por qué lloraban? Reconociendo que eran culpables. Recordaban aquellos años en que habían vivido sin energía espiritual. También recordaban los pecados de sus antepasados que habían hecho que fueran a la cautividad. La profundidad de su culpa los hizo llorar (Es una buena señal, digámoslo de paso). Algunas veces la culpa es un excelente factor de motivación. No todo sentimiento de culpa es malo. Dios utiliza a veces el sentimiento de culpa para  conducir a las personas al conocimiento salvador de Jesucristo”.[1]

 

Independientemente de la existencia de la culpa infundada, de la cual hablan algunos, existe una culpa real producto de nuestros pecados. La solución para la misma viene del arrepentimiento sincero delante de Dios.

 


5.     Gozarse con la Palabra de Dios (v.10-12)

 

La Palabra de Dios llegó a ser fuente de gozo para este pueblo sediento. En varios pasajes encontramos que la misma debe ser nuestro deleite, nuestra alegría, que debe ser para cada uno de nosotros más dulce que la miel (Sal.1:1-3; 19:7-10; 112:1-2; 119:14-16) Finalmente, la actitud que resume todas las demás es:

 


6.      Obedecer a la Palabra de Dios (v.13-17)

 

El pueblo decidió obedecer sin excusas lo que demandaba la Palabra de Dios. Un ejemplo fue el aspecto de habitar en tabernáculos en días de estas fiestas solemnes. El término “Tabernáculo” puede traducirse como “cabañas”. Sin dudas, reinó el gozo del Señor en cada corazón porque cuando uno decide obedecer a Dios esto trae paz y satisfacción al corazón. Además, la obediencia a la Palabra de Dios contribuye de manera especial a nuestro crecimiento espiritual (puede ver más en el enlace: Viviendo la Palabra de Dios para nuestro crecimiento espiritual


 

En resumen, es imprescindible tener la Palabra de Dios como la guía suprema para un ministerio efectivo. Esto se manifiesta por medio de buenas acciones como buscar voluntariamente la Palabra de Dios, escucharla con atención, estudiarla hasta entenderla con la ayuda del Espíritu Santo, humillarse cuando descubrimos por medio de ella en que estamos fallando, gozarse en sus enseñanzas y sobre todas las cosas obedeciéndola incondicionalmente.     


 



[1]    Charles R. Swindoll, Pásame otro Ladrillo (Nashville, TN: Editorial Betania, 1980): 140.

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